Al principio mi cerebro tomó interés en la noticia porque pensaba que estaban hablando del «colecho», y como habitualmente noticias sobre el colecho solo sacan en las noticias en plan catástrofe, abrí inmediatamente las orejas para enterarme cual era la última con la que me iban a sorprender. Para mi sorpresa no hablaban de colecho sino de colacho y de baby-jumping (saltar bebés).
Para mi sorpresa es una tradición española, concretamente de un pueblo de Burgos llamado Castrillo de Murcia. Está declarada de interés turístico nacional. Efectivamente el protagonista es un hombre que llaman Colacho y que representa el demonio y que huye despavorido ante la presencia de Jesús. Salta por encima de colchones que tienen una longitud entre 0,9 mt y 1,8 mt, donde unos cuantos bebés están tumbados plácidamente.
El salto sirve par liberar a los bebés de los malos espíritus o del mal de hernia, males que se lleva el colacho con el salto. Tras realizar el salto, un sacerdote se acerca y bendice a los bebés acostados en los colchones, y las niñas que han hecho la comunión ese año tiran pétalos de flores sobre los bebes.
Una tradición llena de simbolismo, y que en si misma y en los tiempos que corren, sin duda está llena de polémica.
Me gusta defender el respeto a las tradiciones, siempre que no entre en conflicto con las seguridad y el respeto a los animales, y por supuesto a las personas. Y no puedo por menos que pensar, que cualquiera es humano, y por lo tanto puede cometer un error, tener una lesión y caer mientras salta.
Por lo visto nunca ha habido un accidente, y la gente que vive esta tradición la defiende con fervor. Es indudable que hay que haber nacido en ese pueblo y haber sido saltado durante generaciones, para entender que aún perdure, y que los padres estén dispuestas a correr ese riesgo con su bebé por pequeño que sea.